Jueces

Hay talentos que se ganan el aplauso.

Y hay otros que ganan respeto, porque no solo brillan en escena… brillan construyéndola. Nashla Bogaert es una de esas.

Ella no llegó al mundo del entretenimiento para encajar; llegó para transformar. Y lo ha hecho, con cada paso, cada proyecto, cada decisión que no se toma desde la vanidad, sino desde el compromiso. Desde su natal San Francisco de Macorís, su carrera ha sido una escalera construida con valentía: de recepcionista a casting, de casting a televisión, de televisión al cine, del cine al teatro, y del escenario… a la estrategia.

Su debut en Divertido con Jochy (2004–2012) fue el primer paso frente al cariño masivo del público. Pero con el tiempo, Nashla demostró que lo suyo no era solo carisma: era carácter, visión y una determinación capaz de mover ideas, proyectos y voluntades. Su alma nació para contar historias… pero su mente nació para hacerlas posibles.

De la TV, ha impulsar contenido que deje huella

Ha protagonizado más de 16 películas y ha subido a escena en más de 8 obras de teatro. Desde ¿Quién manda? y Colao, hasta títulos de peso como Hotel Coppelia, seleccionada para representar a República Dominicana en los Premios Goya 2022, su talento interpretativo ha sido reconocido tanto en casa como fuera, con premios como Soberano, Platino del Cine Iberoamericano (Premio del Público), y múltiples galardones de ADOCINE/La Silla, incluyendo Mejor Actriz Secundaria. En teatro también ha brillado en Orgasmos, Scherezade, Mariposas de Acero y Nos Quiere a las Dos.

Con el tiempo, Nashla entendió que no basta con ser parte de la historia: también hay que ser quien la escribe. Por eso cofundó la casa productora Cacique Films, desde donde ha impulsado cine con raíz, con acento, con conciencia. Ha producido ficción, documentales, adaptaciones y causas. Ha hablado del plástico en los océanos, del dolor en los barrios, de las realidades que duelen… pero también de las que sueñan. Ha sido directora de documentales como No me conoces, ha co-creado proyectos como Isla de Plástico y ha narrado piezas como En Movimiento, con una visión clara: hacer contenido que deje huella, no ruido.

Y entre todo eso, una locura hermosa: traer la franquicia Got Talent a su tierra. No fue una casualidad. Fue un acto de fe. Nashla apostó por esta isla como lo que verdaderamente es: una mina viva de talento. Y se encargó de hacerlo realidad. Durante más de tres años trabajó junto a sus socios para conseguir los derechos, construir el equipo, convencer marcas y armar con entrega y visión la plataforma de talento más grande que ha tenido República Dominicana.

Pero más allá de la actriz, está la creadora. La que se involucra, produce, y se sienta a la mesa donde se toman las decisiones. Hoy, no solo forma parte del equipo. Es una de las responsables de que ese escenario exista.

Una jueza con alma

Nashla no se sienta en una silla a juzgar. Se sienta a mirar con el alma, a escuchar entre líneas, a detectar la emoción verdadera. Porque sabe lo que es tener nervios en un casting. Lo que es cruzar media isla por una línea de guión… y que esa línea sea “Bonjour”. Lo que es luchar por una oportunidad sin saber si llegará.

Por eso, su rol como jueza y co-productora de Dominicana’s Got Talent es auténtico. No está para juzgar. Está para descubrir, validar, acompañar. Porque ella también lo vivió. Y porque cree en lo suyo. Porque cree en lo nuestro.

En DGT, Nashla no solo representa excelencia. Representa empatía, respeto, visión. No se impone: inspira. No necesita gritar para ser escuchada. Y cuando te dice “yo creo en ti”… uno lo cree también.

Hay gente que tiene luz… y hay gente que tiene toda la energía del sistema solar. Así es Pamela.

Donde llega, sube el ánimo. El aire se pone más ligero. La conversación más sabrosa. El escenario más eléctrico. Porque Pamela Sued no entra: se enciende. Y cuando se enciende… el show arranca.

Tiene el carisma de una amiga, el humor fino de quien no necesita forzar un chiste, y la credibilidad de quien ha crecido frente a un país que la quiere como suya. Si hay un arte en el que Pamela es insuperable, es el de conectar. No importa si hay cámaras, público en vivo o un teatro lleno: ella entra, mira, suelta una línea… y el ambiente cambia. Pamela no se hizo famosa. Se hizo imprescindible.

Se coronó como segunda finalista en Miss República Dominicana, ganó el título de “Miss Comunicación” y fue “La más votada en Internet”. Es decir: la gente la eligió desde el principio. Pero lo suyo no era solo la pasarela. También estaba el público. Poco después, con 18 años llegó al set de Con Freddy y Punto, de la mano del mismísimo Freddy Beras Goico. ¿La pusieron a leer teleprompter? No. La lanzaron al fuego, como se hace con los que tienen talento nato. Y ella no sólo sobrevivió: encendió la chispa que no se ha apagado desde entonces.

Versátil y completa

Durante cinco años lideró Sigue la Noche, un programa diario en vivo donde aprendió a improvisar, rescatar entrevistas, hacer magia sin cortes… y mantenerse firme aunque el invitado no diera pie con bola. Desde 2016 conduce Pamela: Todo Un Show, su propio espacio de fin de semana. Y si todavía sigue al aire, no es por suerte: es porque ella sabe cómo sostener un programa con gracia, orden y chispa. Pamela no dirige por detrás: está en el contenido, en la energía, en la producción y en cada detalle que el público no ve… pero siente.

Ha sido nominada nueve veces al Soberano y ha ganado cinco Soberano y un Casandra, incluyendo dos como Mejor Presentadora del Año. Aun así, sube a escena como si fuera la primera vez. Con emoción. Con respeto por el micrófono. Porque Pamela no da nada por sentado.

Y eso, se nota. En teatro es puro gozo: Toc Toc, Perfectos Desconocidos, Baño de Damas, VotemosLos Vecinos de Arriba. Todo sold out. Todo con entrega. En cine también ha dejado huella: Mi novia está de madre, Las Pequeñas Cosas, Malos Padres, y cortos como Café para dos y Lotoman 2.0. Y sí, ha compartido escena con Don Francisco como quien comparte un café: con seguridad, con respeto… y con el chiste listo.

Condujo los Premios Soberano en 2016 y 2023. Y ahí quedó claro: es una de las maestras de ceremonia más versátiles, queridas y completas del país. Sabe cuándo aligerar un momento, cuándo soltar un chiste con swing, y cuándo clavar una pausa que lo dice todo sin decir nada.

En Dominicana’s Got Talent fue presentadora oficial en la primera temporada y jueza en la segunda. Y en ambas versiones hizo lo que mejor sabe: ser puente entre lo que se siente y lo que se muestra. No juzga desde arriba. Pamela acompaña desde el lado humano. Sabe leer nervios. Sabe detectar autenticidad. Sabe cuándo una risa rompe el hielo… y cuándo un silencio vale más que cien comentarios.

Y cuando se ríe de verdad en el set, todo el equipo sabe: “Esa risa vale más que un botón dorado.” Tiene el humor exacto, la elegancia justa, y un magnetismo que no se compra. Pamela no necesita anunciarse. Solo llega, y el país entero entiende que ya empezó el show.

Irving Alberti no llegó al escenario. Nació en él. Irving Alberti fue ese niño que montaba espectáculos en cada reunión familiar, que bailaba como si ya supiera lo que venía, y que desde temprano entendió algo que muchos tardan en descubrir: que el arte no es un oficio, es una forma de respirar.

Pero antes de los reflectores, vinieron los oficios: visitador a médico, banquero, vendedor, taxista… hasta carritos de hot dog tuvo. Porque antes de hacer reír a miles, Irving entendió el peso de ganarse la vida sin aplausos.

Por eso, entendemos que el gusanito del arte no lo picó. Lo adoptó. Porque nada de eso podía competir con lo que llevaba por dentro: una chispa inapagable. Y así, en 1998, un compañero de trabajo lo presenta a Jochy Santos. Y el resto… no es historia. Es leyenda radial, teatral y televisiva.

Así lo que empezó como una oportunidad en la radio, se convirtió en una carrera sin pausas, sin copia, sin reemplazo.

Una trayectoria a prueba de logros

Desde entonces, Irving no ha parado: ya lleva 27 años entre micrófonos, tablas, cámaras y guiones. Una trayectoria a prueba de modas y también de logros:

En Hairspray, se subió a los tacones y se metió en la piel de un personaje femenino, con una entrega tan honesta que le valió una nominación al Casandra. Además, escribió Me caso con tu ex, probando que también sabe construir. Mientras que, en Chévere Nights y Qué chévere es saber, no solo fue presentador. Fue creador de personajes, improvisador afilado, y maestro del timing. En radio, dejó huella con su voz en espacios como Botando el Golpe y Parando el Trote. En teatro, lo hemos visto cambiar de piel mil veces. Del drama a la comedia, del monólogo al musical. Y con Los Tres Temores recorrió el país llevando el humor como arte mayor. Como si esto fuera poco, en cine lleva más de 20 películas.

Pero más allá del currículum, está el instinto. Esa capacidad de leer una audiencia, de intuir un talento, de saber cuándo una pausa vale más que una línea. Eso no se enseña.
Se tiene.

¿Un comediante? Claro. ¿Un guionista? También. ¿Una autoridad escénica con corazón de calle y visión de altura? Sin discusión.

Irving no vino a juzgar. Vino a detectar lo que solo un verdadero artista sabe reconocer: cuando un talento además de brillar… merece su propio escenario.

El arte tiene muchas formas. Waddys decidió dominarlas todas.
Si el talento fuera una religión, Waddys Jáquez ya tendría su propia catedral.
Actor. Director. Productor. Coreógrafo. Dramaturgo. Músico. Él no acumula títulos. Los encarna.

Porque hay actores que interpretan personajes… y hay otros que se convierten en universo. Waddys es de esos. Un creador sin punto final. Un tipo que no solo pisa el escenario: lo transforma.

Nació en Santo Domingo, pero la vida le quedaba apretada en una sola esquina. A los 18, hizo maletas, renunció a la comodidad de una carrera en Publicidad
y se lanzó a México con el hambre intacta y el arte en carne viva.

Desde entonces andaba con la escopeta de sus sueños al hombro, buscando ese disparo preciso que convirtiera su vocación en destino.

Un talento de matices culturales

¿Y qué hizo después? Todo. Cantó en musicales en México. Bailó en Europa. Vivió en modo “esponja” por Bélgica, Holanda, Inglaterra, Luxemburgo… hasta que llegó a Nueva York; y en vez de adaptarse a la ciudad… la ciudad se adaptó a él… porque eso es ser Waddys.

Desde su regreso al país en 1999, su obra ha sido constante e imponente; pues elevó su necesidad de contar historias con cuerpo, alma y escenografía; ya que su verdadera alquimia ocurrió cuando lo mezcló todo: baile, música, escritura, escena. Ahí nació el director. El narrador. El hombre que no actúa para ser visto, sino para provocar algo en quien lo observa. Así, con su llegada, la escena dominicana no volvió a ser la misma:

  • • 24 Premios Casandra/Soberano.
  • • Más de 18 libretos escritos.
    • Más de 10 personajes en una sola obra.

Y un récord que solo él ostenta: ser el único director dominicano nominado a un GRAMMY, gracias a su tema con Rubén Blades. O sea, repetimos: ¡Rubén Blades!

Dirigió a gigantes, incluida Zoe Saldaña, la primera dominicana en ganar un Óscar.

Montó musicales como In The Heights, La Barbería, Peter Pan, El Mago de Oz, y el musical histórico más exitoso de la escena dominicana: Mariposas de Acero; confirmando que Waddys no dirige espectáculos… resucita épocas enteras.

Evaluando desde la experiencia

Hoy lo ves sentado en Dominicana’s Got Talent. Pero no para juzgar desde una silla. Juzga desde una vida entera dedicada al escenario. Desde la experiencia. Desde el arte.
Desde un lugar donde el talento se reconoce en un segundo… porque él sabe cuánto cuesta sostenerlo… pues su hoja de vida, paradójicamente no cabe en una… tampoco en tres.

Entonces, ¿quién mejor para juzgar talento que alguien que lo ha sudado, lo ha creado y lo ha defendido como un león en escena?

Es que  Waddys no busca estrellas. Las reconoce. No evalúa. Distingue. Y cuando dice “sí”… es porque vio algo que el mundo todavía no ha visto.

Porque si alguien sabe cuándo un talento tiene escarcha, es el hombre que lleva décadas por el mundo repartiendo brillo.